En los últimos treinta años se habla mucho de los llamados “niños hiperactivos” (hiperquinéticos) y los niños con déficit de atención. Lo mismo ocurre con los casos de violencia escolar o bowling. Surge también en estos tiempos la preocupación por la obesidad infantil. En síntesis, al parecer, estamos frente a las enfermedades infantiles y juveniles de nueva generación: hiperactividad, déficit de atención, violencia escolar, bulimia, anorexia y obesidad.
Algunos especialistas relacionan estos nuevos padecimientos con las formas de vida actual. Hace 40 años los niños de entonces aún jugaban en las calles, corrían y sudaban. Hoy en día, nuestros niños apenas se mueven, comen más productos industrializados y son educados en la cultura de la violencia por la violencia misma. No es muy difícil comprender que la mezcla: poco espacio, más comida chatarra y soledad producen el mejor coctel para favorecer cualquiera de estos nuevos padecimientos.
¿Cuánto tiempo dedicamos al ejercicio (no necesariamente deportivo) de nuestros hijos? ¿Una hora, cuarenta minutos, media hora, nada? Como en otros casos, los padres esperan que sea la escuela la responsable de la ejercitación de los niños; de los hábitos de alimentación, de la formación cultural, de la formación académica, de las relaciones sociales sanas, etc. Es decir, eso de “al César lo que es del César…” como que no nos suena.
Confundir los ámbitos de acción entre la escuela y la casa es un error no sólo frecuente sino "institucionalizado". Los padres esperan y exigen que los profesores corrijan a sus hijos y les den clases de urbanismo y hasta de moral y religión. Por su parte, el colegio envía a la casa toneladas de tareas para que los padres las hagan junto con sus hijos o en lugar de sus hijos. Lo normal en una casa mexicana por las tardes, noches y hasta madrugadas, son las sesiones violentas entre hijos y padres por las famosas tareas. El niño que está cansado, que no le entiende, que no se acordaba de ella y padre, también cansado, desesperado y con muchas cosas más por hacer. No cabe duda que en este mundo hay gente que le encanta sufrir y hacer sufrir.
Confundir los ámbitos de acción entre la escuela y la casa es un error no sólo frecuente sino "institucionalizado". Los padres esperan y exigen que los profesores corrijan a sus hijos y les den clases de urbanismo y hasta de moral y religión. Por su parte, el colegio envía a la casa toneladas de tareas para que los padres las hagan junto con sus hijos o en lugar de sus hijos. Lo normal en una casa mexicana por las tardes, noches y hasta madrugadas, son las sesiones violentas entre hijos y padres por las famosas tareas. El niño que está cansado, que no le entiende, que no se acordaba de ella y padre, también cansado, desesperado y con muchas cosas más por hacer. No cabe duda que en este mundo hay gente que le encanta sufrir y hacer sufrir.
Desde mi perspectiva le corresponde a la escuela la formación académica y nada más. Es decir, la enseñanza de los contenidos y hábitos de estudio, pero no más. Lo demás, la formación social y moral debe ser única y exclusivamente del padre y éste debe asumir la responsabilidad de cuidarlos y educarlos. Esto no significa que la escuela no pueda participar y hasta educar a los propios padres sobre cómo trabajar en casa.
Si yo fuera secretaria de educación propondría lo siguiente:
1. Eliminar las tareas escolares, supliéndolas por tareas del hogar. Que el niño conociera y realizara, desde pequeño, las tareas de la casa (hacer las camas, lavar los platos, limpiar los muebles, llevar la ropa sucia al cesto; tirar la basura, etc.).
2. Cambiaría las “tienditas de la escuela” por las antiguas cooperativas escolares. En mi tiempo, y en una escuela de gente muy pobre, nos tocaba un día al mes llevar los frijoles hechos en casa para compartirlos. No comíamos dulces ni refrescos. Cada niño llevaba su “pan de sal” y, durante el recreo, nos llenaban el pan de ricos frijolitos. Bueno, algo parecido puede hacerse, simplemente se requiere imaginación. Si se quiere hacer negocio, también se pueden vender frutas frescas, aguas de sabor, tortas de jamón sin mayonesa, etc. ANTES QUE NEGOCIO DEBEMOS PENSAR EN EL FUTURO DE LOS NIÑOS.
3. Impediría que los coches de los padres se estacionen frente a la puerta de la escuela. Sería obligatorio llegar caminando hasta ella (la puerta).
4. El ejercicio sería obligatorio y organizaría equipos de todos los deportes y grupos de danza aunque los integrantes no tuvieran las aptitudes ni los cuerpos esperados para ellos. No entiendo por qué un niño obeso no puede formar parte de un equipo de futbol.
5. Les enseñaría obligatoriamente juegos y canciones de antes. Actualmente los niños no saben ni conocen juegos colectivos en donde todos jueguen y nadie pierda.
6. De ser posible, se dividiría el recreo en dos periodos a fin de que el niño descanse y coma algo, en lugar de permanecer tantas horas sin alimentos. Durante este tiempo, los niños podrían comentar lo que han hecho en sus casas y el profesor sabría si han cumplido “las tareas”.
7. Repondría los talleres que antes se tenían en las escuelas: corte, peluquería, mecánica, carpintería, etc., a fin de reactivar la vida activa de los niños quienes, ahora, no sólo no se mueven, sino no saben hacer absolutamente nada.
Todas estas modificaciones llevarían necesariamente al ejercicio y, en consecuencia, a la quema de grasas sin que apenas se advierta. Se trata de aprovechar la energía del sujeto en esa edad para desarrollar en él el hábito de cuidarse, trabajar y aprender a comer. En mi opinión, la falta de políticas sociales y médicas en México han permitido que las escuelas se conviertan en negocios y no en instituciones educativas. La SEP no se queda atrás y ha traicionado su función social e histórica. Los niños, hoy en día en las escuelas mexicanas, comen mal, no saben ningún deporte, desconocen nuestra cultura musical y artística y han aprendido a competir para dañar.

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